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lunes, 20 de julio de 2015

El odio a la memoria histórica: una cuestión económica

Ha vuelto a ser 18 de julio. Es imposible pasarlo por alto. Al fin y al cabo, en 1978 vivimos una transición democrática ejemplar, plena de reconciliación nacional, donde se cerraron las heridas de la contienda fratricida y los dos bandos se perdonaron mutuamente, reconociendo que todos cometieron atrocidades. Como consecuencia lógica, el 18 de julio los hijos de los vencedores celebran su victoria en misas por toda España mientras que el editorial de uno de los principales diarios españoles acusa a quienes intentan impedirlo de “querer volver atrás en el camino de la reconciliación y la convivencia”. Todo en orden.

Es hora de hablar, como todos los 18 de julio, de memoria histórica, es decir, del recuerdo a las víctimas de la sublevación y posterior terrorismo de Estado franquista, cuya memoria fue aplastada por los vencedores hasta el punto de que en muchos casos nadie sabe dónde están enterradas. Y llama la atención la furia, la bilis apenas contenida que sueltan sobre este tema derechistas de toda índole, desde el pepero de tintes autoritarios hasta el #LET con perfil tecnocrático. Que si guerracivilismo, que si reabrir heridas, que si todos los bandos cometieron atrocidades… les lees o les escuchas y casi estás esperando que pierdan los nervios un poquito más y te deseen que acabes enterrado en la misma cuneta que tu abuelo. Con cierta frecuencia alguno lo hace.

Y mi pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué ese odio, esa reacción tan frontal, a algo que en realidad es muy simple y un acto básico de justicia? Bueno, creo que hay dos razones. La primera es la que podríamos llamar psicológica. Son los hijos y los nietos de los ganadores de la guerra y quieren que se note. La democracia les obliga a hablar en otros términos, pero ellos se saben victoriosos, saben que todo el mundo lo sabe y les pone nerviosos que los hijos y nietos de los vencidos intenten recuperar la memoria de sus antepasados.

Pero hay una segunda razón, que es menos evidente, y es la económica. Se tiende a tipificar al partidario de la república como un obrero o campesino muerto de hambre. Esto es mentira. En las filas del PSOE, de Izquierda Republicana y de los demás partidos pro-república, especialmente los más burgueses, había clases medias y altas. Había empresarios, terratenientes, profesionales liberales y ricos. Por no mencionar el patrimonio que tenían todas esas organizaciones: los partidos y los sindicatos tenían multitud de cuentas corrientes, inmuebles y demás bienes.

En definitiva, entre los leales a la república había dinero, aunque probablemente menos que entre los sublevados. Pues bien: después de la guerra dejó de haberlo porque todas esas organizaciones y personas fueron expoliadas, por el propio régimen (como es el caso de UGT) o por personas “de bien” afectas al mismo, que impunemente se quedaron con dinero, joyas, títulos de propiedad y empresas. En otras palabras: la guerra civil no fue más que la versión a gran escala del navajero que te exige la cartera en un callejón.

Voy a contar una anécdota. Mi bisabuelo materno por parte de abuela era un hombre de honda raigambre republicana. No lo digo yo: lo dijo él, en el discurso que pronunció cuando le nombraron alcalde provisional de una capital de provincia española, entre que salía el Ayuntamiento monárquico y se elegía al alcalde definitivo. Era concejal de lo que entonces era Acción Republicana, y después de la guerra no fue ejecutado de milagro. Lo que sí sucedió es que todos los fachas locales que le debían dinero se lo “pagaron”, con gran humillación para él, en pesetas de la república, que ya no valían, “y da gracias de que no te denuncio”. Una forma indirecta de expolio: no es acumular activos sino reducir deudas sin pagarlas.

Y otra anécdota: mi bisabuela materna por parte de abuela (es decir, la esposa del anterior) pasó con su familia la guerra en Valencia. Cuando por fin se atrevió a volver a su casa descubrió que los muebles habían desaparecido. Alguien se los había llevado. Fue a pedir amparo al jefe local de Falange… y descubrió que los tenía él. Tuvo que hacer valer toda su presencia y toda su dignidad de señora para recuperarlos. O, en otras palabras, si mi bisabuela no hubiera tenido un carácter fuerte, esos muebles seguirían en la familia del jefe local de Falange.

Claro, a uno le cuentan esas anécdotas desde pequeño y simplemente las interioriza como una historia más. Pero luego uno crece y empieza a leer a otras personas. Y ve que los relatos de saqueos e incautaciones son muy corrientes entre los descendientes de los perdedores. Y empieza a ver que no hay familia de dinero en este país que no tenga un antepasado identificado ideológicamente con el régimen de Franco. Al principio piensas que es lógico, porque te has creído el mito de que los republicanos eran todos unos muertos de hambre. Pero luego te das cuenta de que no. No es que toda la gente de dinero apoyara a Franco: es que la que no lo hizo fue expoliada.

Ésta y no otra es la segunda razón, la razón económica. A la derecha le entra la bilis cada vez que oye hablar de memoria histórica porque su dinero proviene de ahí. Hubo muchas fortunas que se hicieron al calor de la guerra y de la represión, fortunas que perduran hoy. El problema no es que sepas dónde está enterrado tu abuelo: el problema es que sepas quién se quedó sus tierras, su casa, su empresa, sus alhajas, sus muebles o su dinero en metálico. Y conocer lo primero implica empezar a investigar lo segundo.

Eso es el odio y la bilis ante la memoria histórica: miedo de ver expuesto públicamente que tu padre, tu abuelo o tu bisabuelo fue un asesino y un ladrón, miedo de ver tu reputación manchada y miedo, incluso, de tener que verte forzado por un juez o por la opinión pública a devolver algo. Se revuelven como gato panza arriba a abrir fosas comunes porque saben qué es lo que viene después y sienten terror hacia ello.

Y ojalá sigan sintiéndolo.





2 comentarios:

  1. Estando de acuerdo con el resto del artículo, pero no he podido resistirme a la tomadura de pelo (¿quizás ironía?) con la que encabezas el primer párrafo a esta entrada, sin duda por desconocimiento, por falta de información. En cualquier caso, la transición española no sólo no fue ejemplar sino un monumento al fraude y a la represión fascista por parte del Estado y sus bandas criminales organizadas, ya se llamaran policía, guardia civil o Fuerza Nueva. La "idílica" transición (o transacción) consistió en un apaño que los camisas azules fascistas del régimen anterior y reformistas a sueldo de la CIA como Felipe González arreglaron para que todo se hiciera de acuerdo al plan diseñado por EEUU para sus objetivos geoestratégicos. Porque la CIA tuteló la transición, eso es innegable. El resultado más significativo de la glorificada "transición" española fue que se produjeron más de un centenar de asesinatos en las calles (fundamentalmente, trabajadores o estudiantes) a manos de la policía y las bandas terroristas de ultraderecha, que estaban siendo teledirigidas por el Ministerio del Interior (a cuyo frente estaban personajes tan deleznables, criminales y fascistas como Martín Villa-no, Fraga, Ibañez Freire o Juan José Rosón). Sin duda fue una estrategia de tensión que estaba en sintonía con la red Gladio de la OTAN que estaba actuando en aquel momento en Europa bajo el paraguas de la CIA y servicios secretos europeos occidentales.. y que tenía un objetivo clarísimo: liquidar cruentamente a la izquierda que era más combativa y rupturista.

    No hubo tal reconciliación. Ese es un camelo y una trampa con la que los propagandistas del régimen vendieron su "modélica" e infecta transición. Lo que hubo fue una ley de Punto Final para los crímenes de la dictadura y, de este modo, salieron indemnes los que habían servido y matado con el régimen franquista, lo que suponía traicionar absolutamente la memoria de los represaliados por la dictadura y proceder a su olvido.. Ni olvido ni perdón hubo de los republicanos hacia los golpistas del 36. Esa es una falacia histórica para darle lustre a aquél proceso siniestro con el que se quiso dejarlo todo (más o menos) atado y bien atado. Y menos, todavía, hubo perdón de los fascistas hacia sus víctimas. Más bien se han regodeado de ellas hasta el día de hoy, gracias a personajes como Adolfo Suárez, Felipe González, Carrillo, jueces, medios de comunicación y otros que posibilitaron que la izquierda fuese borrada del mapa y la memoria histórica pisoteada.

    Los partidos, instituciones como la iglesia católica, mass-mierda y otros que hoy día son legatarios del régimen fascista de Franco son los que apelan al "guerracivilismo" y a desempolvar el “pasado” por la cuenta que les trae. Porque, precisamente, no hubo ajuste de cuentas con ellos (no necesariamente tenían que pasar por el cadalso, sino despojarles de toda su maquinaria de mentiras, propaganda y los privilegios que les otorgó el "caudillín"). En definitiva, porque ellos fueron los vencedores y ahora están travestidos de demócratas de mierda, otánicos, sionistas e imperialistas, diferencias ideológicas nulas si hay que hacer analogías con el bando nacional al que ellos siguen representando

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    1. Gracias, hamijo, pero de verdad, no hacía falta. Era ironía.

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