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miércoles, 30 de julio de 2014

Vindicación de la soltería

Esta entrada deriva de un coloquio sobre los celos mantenido en un evento poliamoroso de Madrid.

Vivimos en una sociedad que ensalza los celos. Ser un poco celoso se considera normal cuando no positivo (“si no te cela es porque no te quiere”): la gente sólo empieza a rechazarlos cuando el control y la paranoia pasan de unos determinados niveles delimitados de forma arbitraria, y aun así no se rechaza tanto la existencia de los celos como las desproporcionadas reacciones del celoso.

Los celos, no hace falta decirlo, son uno de los principales escollos cuando entras en el mundillo de la no monogamia ética. Es lo primero sobre lo que te preguntan cuando dices que la practicas y ocupa un lugar destacado en los eventos, talleres y libros sobre el tema. Y es natural, porque la gente está tan acostumbrada a tener ese miedo, ese monstruo verde que te devora por dentro (1), y a que les digan que sentirlo es bueno, que de verdad se preguntan cómo es posible que haya relaciones donde no aparezca (2).

Hay que empezar por rechazar la premisa: los celos no son buenos, son malos. Son, según la RAE, el recelo de que “la persona amada haya mudado o mude su cariño”, como si éste fuera finito. Son miedo, producto de la falta de autoestima: “me van a poner los cuernos, va a aparecer alguien Mejor Que Yo, me van a dejar por esa persona y me voy a quedar solo”. Generan ansiedad, dolor y estrés, a ti y a quienes están a tu alrededor. Provocan que te comportes como un gilipollas o como un delincuente, dependiendo del nivel de paranoia en el que estés. Es un sentimiento que no hace bien a nadie, y desde luego no es producto del amor.

Los celos se dan sobre todo en la relación de pareja, que es en la única donde están socialmente justificados (3). Y uno se pregunta: ¿por qué? ¿Por qué no nos importa que nuestros amigos tengan otros amigos pero sí que nuestra pareja tenga otras parejas? ¿La razón es que esta relación está pensada para ser exclusiva? No me parece un buen argumento: la relación paterno-filial también es exclusiva y no fiscalizamos a nuestros padres. Vale, es cierto, una pareja tiene ciertas particularidades que no tiene otra relación, como un proyecto común aunque sea a corto plazo. Pero ¿qué importa? Si “la persona amada muda su afecto” podríamos estar tan ricamente sin tener una relación de ese tipo, o podríamos tenerla con otra persona. ¿Por qué entonces ese terror a ser “sustituido”(4) o a los cuernos?

Parte de la respuesta reside, a mi parecer, en algo que suele quedar oculto: vivimos en un mundo construido para parejas. Se espera de ti que te emparejes. Un ejemplo: ¿cuántas veces te ha preguntado un familiar si ya tienes novio o novia, como si fuera algo que tienes que hacer? Y hay más. Concursos donde se gana “un fantástico viaje para dos personas”. Promociones tipo “si vienes invitamos a tu acompañante”. Fiestas donde dos personas pagan más si van separadas que si van juntas. El precio de los paquetes grandes de comida. Las ventajas jurídicas que tiene la institución del matrimonio. “Sentar la cabeza” y “madurar” como sinónimo de dejar de follar por ahí y pensar en casarse y reproducirse. La condescendencia cuando dices que estás muy bien sin nadie. Y así hasta el infinito.

Todo nuestro entorno nos impele a emparejarnos. Como acertadamente señaló uno de los asistentes al coloquio, no es que alcancemos estabilidad personal por nosotros mismos y luego busquemos pareja como un plus: es que nuestro “estado normal” de adultos es en pareja y si la perdemos quedamos por debajo de lo que se espera. En algunas personas es más acusado que en otras, pero el hecho es que arrastrar la soltería durante mucho tiempo, especialmente si eres mujer (esa idea de “solterona”) supone un fracaso social. Y nadie quiere ser un fracasado.

Ojo, no estoy diciendo que el miedo al fracaso social sea la única causa de los celos. Ni siquiera afirmo que sea la principal. La raíz de esos sentimientos está en el hediondo jardín del amor romántico, la pareja como posesión, la malsana idea de “amor verdadero” y demás. Las expectativas sociales sobre la pareja actúan como multiplicador de esos miedos, y por tanto de los celos. Somos seres sociales: no nos gusta quedar expuestos ni que todo el mundo vea que Somos Unos Fracasados porque ya no nos quieren. La idea sería “sí, ya no me ama, me está poniendo los cuernos, me ha dejado por otro, ha roto nuestro proyecto conjunto, se ha ido a vivir una vida feliz con otra persona y todo el mundo lo está viendo.”

En conclusión: reivindicar la soltería puede ser, paradójicamente, una forma de destruir la cultura que nos dice que no podemos amar a varias personas a la vez. Si sabemos estar bien sin una relación, si entendemos que no es tan terrible que nos dejen, que no nos convierte en un fracaso porque la gente viene y se va, igual podemos cambiar de perspectiva y atacar la base del problema: nadie es de tu propiedad, y la persona a la que tú amas puede, a la vez que te corresponde, amar a otras tres sin necesidad de “mudar” su afecto. Simplemente haciéndolo crecer.




       (1) “Los celos son muy físicos”, dijo con razón una de las asistentes al coloquio.

       (2) Aunque el hecho es que sí aparece. La cosa es saberlo gestionar.

       (3) Cuando un niño tiene celos de su hermano recién nacido nadie lo interpreta como algo bueno, sino en todo caso como algo “normal” que ya se pasará.

       (4) Va entre comillas porque la idea de una persona sustituyendo a otra, como si fuéramos cosas que cubren necesidades, me resulta repulsiva. Pero la gente la usa y el miedo va por ahí.

lunes, 21 de julio de 2014

Las capillas de la Complutense

Estos días estamos asistiendo a un edificante ejemplo de lucha por la Universidad. Un grupo de universitarios con firmes convicciones se ha encerrado en la Facultad de Geografía e Historia de la UCM para protestar contra unas injustas autoridades académicas que, en un claro ejemplo de prevaricación, han cometido un atropello contra ellos. ¿Subirles la matrícula? No, eso podría aguantarse. ¿Endurecer el sistema de becas? No, mucho peor. Les han cerrado una capilla.

Efectivamente, el decano de Geografía e Historia, alegando que necesita más aulas por Bolonia, ha decidido trasladar la capilla a otra habitación más pequeña. Esta decisión no pilla de nuevas al Arzobispado: según se ha publicado en prensa, se basa en una decisión adoptada por la Junta de Facultad en 2010. Sin embargo, los católicos del campus han protestado: acampadas, misas de protesta e incluso una abogada diciendo que el cierre forzoso de la capilla para impedir encierros era como “secuestrar al Santísimo” (1).

Pese a lo que pudiera parecer por el tono matacuras que preside este blog, yo no estoy en desacuerdo con que, en determinadas circunstancias, haya establecimientos religiosos en las Universidades. Me explico. Actualmente en las facultades universitarias se ofrece una panoplia de servicios muy alejada de los que son propios de la actividad estudiantil (es decir, de la biblioteca, la copistería, la sala de informática y, si se me apura, la cafetería): en la UAM, por ejemplo, hay cajeros automáticos, una librería, máquinas de vending, un par de restaurantes, una oficina del Santander, una tienda de informática y una farmacia.

Si la Universidad alquila espacios para que entidades particulares se instalen y ofrezcan servicios, no veo mal que una confesión tome uno de ellos para instalar un templo. Yo no iría nunca, pero es un servicio que algunos alumnos pueden querer. Personalmente no entiendo qué hace ahí, pero tampoco entendí nunca qué pintaban en la UAM la tienda de informática o la oficina del Santander: eran simplemente servicios que ofrecían los particulares previo pago por el alquiler del espacio.

Ahora bien, las capillas de la UCM no están en ese régimen. La Iglesia católica no paga alquiler por unos espacios que tiene asignados desde que se planearon los edificios. Y el problema es que las cosas han cambiado desde entonces: estamos en un Estado aconfesional y la Administración no puede ofrecer la religión como si se tratara de un servicio público. Si las confesiones quieren estar en los campus, tienen que atenerse a las reglas del juego comunes.

Este debate en realidad nada tiene que ver con el problema de fondo, que es mucho más simple y no debería plantear discusión alguna: si la Facultad necesita espacio para su usos primario (dar clase), los usos secundarios deben ceder. A la Universidad se va a estudiar y a investigar: si falta espacio para ello, las demás actividades deben perder el que tienen asignado. Sin embargo, he leído a poca gente limitarse a este razonamiento: sólo algunos de los que se quejan lo han hecho, rechazando que las necesidades de espacio sean tan acuciantes. El propio decano de la Facultad ha planteado el tema en términos de capillas sí / no.

En todo caso, no me extraña que se hable de la conveniencia de las capillas universitarias. Al fin y al cabo, en la UCM hay ocho capillas; a la de Geografía e Historia van unas 20 personas diarias según las optimistas estimaciones del Arzobispado. En una sociedad cada vez más secularizada, ¿qué sentido tiene semejante sobreocupación eclesiástica? En un Estado que se declara aconfesional, ¿qué razón hay para mantener este privilegio a favor de la Iglesia católica?

La respuesta es la misma en ambos casos: ninguna. En cuanto alguna autoridad académica le eche algo de valor, desaparecen las capillas universitarias tal como están concebidas ahora, sin que ello suponga la vulneración de derechos de nadie. Y esto los católicos lo saben, como saben también que igual si montan un pollo un poco grande consiguen que nadie toque la situación.

De momento, parece que hoy empiezan las obras para convertir en un aula la capilla de Geografía e Historia. Veremos si le sigue un efecto dominó.




(1) No me voy a pronunciar sobre la querella por coacciones y delito contra la libertad religiosa que han interpuesto los Abogados Cristianos, dado que no la he leído. Pero prima facie no veo que tenga muchos visos de éxito, la verdad. Como todas las que suelen poner estas preces del Derecho.

lunes, 14 de julio de 2014

#RezoPorFernando y con el mazo dando

En los Estados occidentales tendemos a concebir la lucha política como una pelea de argumentos, es decir, como un debate. Los distintos grupos exponen sus ideas y, mediante la discusión pública, se termina llegando a conclusiones que se plasman en una decisión política. Esta visión, preciosa y racionalista, es incompleta. Al cerebro humano hay cosas que le impresionan más que los argumentos. Por ejemplo, la música de un himno o cántico político, que enardece los ánimos. O las imágenes, como la foto del chaval quemándose a lo bonzo en Túnez que inició la llamada “primavera árabe”. O las historias.

El poder de una buena historia es increíble, y los actores políticos lo saben. Una historia, con sus buenos y sus malos, con su presentación y su desenlace, presenta las cosas de modo sencillo e inteligible. Pasa por encima de los argumentos porque apela directamente a los sentimientos. Nos permite empatizar con su protagonista y aborrecer a sus enemigos. Además es una heurística maravillosa, pues permite reducir a una situación sencilla los problemas más complejos.

Entonces, os voy a contar una historia. Una pareja va a tener un bebé, al que quieren llamar Fernando. Ella está embarazada y están muy ilusionados. Pero, a las 24 semanas, resulta que algo va mal: ella tiene un parto prematuro y nace un bebé al que le faltan varios órganos vitales. La pareja, de profundas convicciones religiosas, intenta mantenerle con vida y para ello decide promocionarse en redes sociales. Lanzan un hashtag para que la gente rece (#RezoPorFernando), suben una foto diaria del bebé conectado a las máquinas, consiguen que la prensa conservadora se haga eco del tema y, en definitiva, forman un pifostio. Al final el bebé muere tras cuatro meses de agonía. La parejita lo anuncia por Twitter: el padre dice que hay un nuevo ángel en el cielo, que agradece mucho los apoyos y los rezos. Avalancha de mensajes de apoyo, catarsis colectiva y telón.

¿Os embarga ya la emoción? ¿No? Eso es quizá porque, vistos los hechos desnudos, la cosa no es para tanto. De hecho, a mí me parece todo bastante asqueroso. Y me parece asqueroso porque la historia no es inocente: no se ha generado de forma inocente, no se ha difundido de forma inocente y no se va a emplear de forma inocente. Vivimos una época en la cual el derecho de las mujeres sobre su cuerpo está siendo muy cuestionado. El ataque no viene sólo por el plano legislativo, sino también por el social: se busca a toda costa que la decisión de abortar siga siendo un estigma. Y ello no sólo se consigue insultando a las mujeres que interrumpen su embarazo y llamándoles de todo, sino también construyendo modelos de conducta positivos a los que deben parecerse.

Si alguien no cree que ése es precisamente el objetivo tras toda la campaña #RezoPorFernando no tiene más que abrir los ojos. ¿Quiénes comentan el hashtag? Fuerzapartos. ¿De qué hablan? De vida, esperanza, voluntad de luchar y bendiciones de Dios. ¿Qué medios han dedicado más recursos a esta historia? Intereconomía, ABC y HazteOír, que dice incluso que el caso “unió a España por la vida”. En definitiva, una historia lacrimógena puesta al servicio de un ideario reaccionario.

Lo que tienen las historias, sin embargo, es que es posible despiezarlas para ver si tienen alguna relación con los ideales que patrocinan. No es éste el caso. En realidad, los padres de Fernando no son ejemplos de nada. Y no lo son porque, por lo general, un parto prematuro no es algo que pueda preverse con antelación. Sucede y ya está. Si una mujer se queda embarazada de un feto que desea tener y de repente éste nace antes de tiempo, ella no ha tenido la opción de plantearse un aborto. Uno diría que para ser un adalid antielección tienes que ser una persona a la que se le ha planteado la elección en condiciones difíciles (con un feto malformado, por ejemplo) y ha decidido seguir adelante con el embarazo, no alguien que se ha encontrado de repente cuidando a un bebé prematuro.

¿Qué valor ético tiene no haber abortado cuando no has podido decidir sobre ello? ¿Por qué son un modelo de conducta unos padres que han cumplido sus obligaciones legales hacia su hijo ya nacido? ¿Qué pretendían con la campaña, demostrar que un feto de 24 semanas (edad a la que no se puede abortar en España, por cierto) es viable? Pero si eso ya lo sabemos, como también sabemos que lo que importa es si manteniendo vivo a ese ser se instrumentaliza o no a la mujer. Esta historia no tiene nada que ver con el aborto: es moralina lacrimógena.

Los que defienden la actuación de los padres de Fernando critican a quienes denunciamos todo este tinglado más o menos así: somos unos monstruos por meternos con dos personas que han sufrido tanto. Lo siento, pero no cuela: el dolor deja de generarme empatía desde el momento en que es usado como arma política para oprimir. Porque los padres de Fernando no son sujetos pasivos de esta campaña, no: son ellos quienes la han montado tras ver un vídeo sobre las clínicas de IVE. En palabras del padre: “Fernando fue el empujón para hacer algo”. Han usado el nacimiento y agonía de su hijo para difundir sus ideas políticas, buscando la empatía y la lágrima fácil con una historia que no tiene nada que ver con la ideología defendida.

No me atrevo a llamarles sádicos porque dudo de que hayan disfrutado con el dolor de su hijo, pero desde luego su actuación me asquea. ¿Qué simpatía voy a tener yo hacia unas personas que aprovechan la visibilidad generada por los problemas de salud de su hijo para aumentar el estigma que pesa sobre las mujeres que abortan? Porque eso es exactamente lo que hace el padre cuando, en el artículo de HazteOír que he enlazado más arriba, dice “lo único que puedo decirles a las mujeres embarazadas es que se den cuenta de que lo que tienen en el vientre es vida”. Culpa, culpa y más culpa. Nada de empatía, nada de comprensión, sólo estigma.

Bosco Pelayo y Blanca Pineda, que así se llaman este par de católicos (y uso la palabra como insulto) no merecen mi compasión por su desgracia. Muy al contrario, su actividad, y la de toda la prensa conservadora que les ha seguido el juego, merece ser denunciada: no son ejemplo de nada, no son modelos de conducta, no son personas con valores. Son, simplemente, una pareja de oportunistas.


jueves, 10 de julio de 2014

El decretazo y el Registro Civil

Uno de los contenidos que más polémica ha despertado del decretazo aprobado el pasado sábado es la transmisión del Registro Civil a los registradores de la propiedad encargados del Registro Mercantil (1). Se habla de privatización encubierta, de cesión de datos, de darle el trabajo hecho a un cuerpo formado por particulares… vamos a ver qué es lo que hay de cierto en todo eso.

En los sistemas jurídicos occidentales los registros tienen mucha importancia por lo siguiente: algo inscrito en un registro es público, y nadie puede alegar que no lo conocía. Si yo adquiero una casa que tiene una hipoteca o un usufructo, por ejemplo, no puedo reclamarle nada al comprador diciendo que no sabía que ese inmueble tenía cargas, porque éstas estaban inscritas en un registro público (el de la Propiedad) que yo debería haber consultado si quería enterarme de la situación de lo que compraba. Hay registros de todo tipo: de asociaciones, de entidades religiosas, mercantil, de la propiedad… y el Registro Civil.

¿Qué es el Registro Civil? No es ni más ni menos que el lugar donde se inscriben los actos más relevantes de la vida privada de una persona: el nacimiento, la muerte y todo lo que pasa entre medias. Si te cambias el nombre o el apellido, si te emancipas, si te casas, si te separas o divorcias, si tienes hijos… todo eso va al Registro Civil. Es una gran cantidad de datos personales.

¿Y quién lleva el Registro Civil? La Ley del Registro Civil actualmente en vigor (de 1957) les concede esta competencia a los jueces. Sin embargo, esta atribución competencial cada vez tenía menos sentido. Por ello, el 21 de julio de 2011 se promulgó una nueva Ley del Registro Civil que modernizaba todo el sistema. Sin embargo, no resolvía un punto fundamental: qué colectivo se iba a encargar de la llevanza del Registro. Jueces, secretarios judiciales, funcionarios del Estado… la ley (artículo 22.3) se limitaba a decir que el Ministerio de Justicia debía designar a dichos encargados, apuntando (DA 2ª) a que podrían ser los secretarios judiciales.

Esta ley no entró en vigor inmediatamente, sino que debía hacerlo a los tres años de su promulgación, el 21 de julio de 2014. Hasta entonces, el Ministerio de Justica tenía que modernizar todo el sistema, lo que incluía digitalizar todos los libros físicos que se habían almacenado desde 1870. Efectivamente, el Registro Civil previsto en la ley de 2011, como no podía ser de otra forma, realiza sus asientos en formato electrónico y no en papel (2).

Pues bien: está a punto de ser 21 de julio de 2014 y la digitalización ya ha terminado. Todo a punto para la entrada en vigor de la ley… si no fuera porque los chapuzas que nos gobiernan no han decidido aún a quién endosarle el Registro. Como ya he comentado, la idea inicial parecía ser trasladarle esa responsabilidad a los secretarios judiciales, pero no hay ninguna decisión oficial al respecto y ya no hay tiempo para que el colectivo que sea se prepare para las nuevas competencias. Así que la primera medida del decretazo del pasado sábado (DA 19ª) es darle otra patada hacia delante a la ley de 2011: entrará en vigor en julio de 2015. Y, cuando lo haga, quienes llevarán el Registro Civil serán los registradores de la propiedad que lleven un Registro Mercantil.

Así pues, cabe preguntarse: ¿quiénes son los registradores de la propiedad? Se les considera funcionarios públicos “a todos los efectos legales” (artículo 274 LH), pero con un perfil muy particular: son jefes de sus propias oficinas, contratan mediante relación laboral a los empleados que necesiten (los artículos 558 y 559 RH los denominan "empleados del registrador" y no "del Registro") y no se financian con cargo a los Presupuestos Generales del Estado sino a un arancel que cobran a los particulares que quieren emplear sus servicios. Este arancel está establecido por el Ministerio de Justicia y el propio Reglamento Hipotecario lo denomina “honorarios” (artículos 589 a 619 RH), exactamente igual que los que cobra un abogado u otro profesional privado.

Alto ahí: si los registradores se financian con arancel, ¿ello implica que los ciudadanos deberán pagar por inscribir actos en el Registro Civil, algo que hasta ahora era gratuito? La DA 21ª del “decretazo” dice que no en términos bastante claros: la prestación “continuará siendo gratuita, sin excepción de ningún tipo.” Esto ha suscitado las quejas de los registradores que, lógicamente, no quieren llevar un servicio que les va a quitar tiempo y no les va a dar dinero. Pero no hay que preocuparse: pronto saldrá el ministro a decir que atiende estas reclamaciones, que el Registro seguirá siendo gratuito pero que los registradores cobrarán con cargo a presupuesto por cada acto que inscriban. Y todos contentos.

Esto último no es más que pura especulación, pero no creo que esté muy alejada de la realidad. Al fin y al cabo, ¿qué necesidad hay de trasladar el Registro Civil a los registradores de la propiedad si no es compensarles por la pérdida de ingresos que sufren a causa del parón económico? La gente ya no compra casas ni crea empresas, pero sigue naciendo, casándose y muriendo, algo maravilloso para una persona que cobra por acto inscrito. ¿De verdad hay otra razón aparte del corporativismo para tomar esta medida? ¿En qué lo van a hacer mejor los registradores que los secretarios judiciales o que los funcionarios del Ministerio de Justicia, sucesores “naturales” de los jueces en este asunto?

Entonces, algunas cosas concretas. La primera: ¿es adecuado llamar “privatización” a esta medida? En un sentido técnico no, ya que el servicio pasa de empleado público a empleado público. Pero en un sentido más amplio, desde luego que sí: el Gobierno ha modernizado una institución, corriendo con todos los gastos (130 millones de euros ha costado la digitalización), para cedérsela sin justificación a una corporación de amiguetes (no olvidemos que Rajoy es registrador de la propiedad) que, por muy funcionarios que sean, tienen mentalidad de empresario porque tienen empleados y cobran en función de la “clientela” que les venga. Una privatización a la española en toda regla.

Y, la madre del cordero: ¿en qué va a afectar esto a la ciudadanía? Este artículo lo explica muy bien: al margen de que los ciudadanos vamos a terminar pagando por cada acto inscrito (sea mediante la imposición de un arancel o mediante el método indirecto con el que especulaba antes), la reforma aleja el Registro del usuario: si antes había uno por municipio ahora habrá uno por provincia. A quien más perjudica es a los habitantes de pueblos pequeños y alejados de la capital que son, precisamente, quienes más problemas pueden tener para acceder telemáticamente al Registro. Problema, por cierto, que se habría evitado trasladando el servicio a los secretarios judiciales: no es que los registradores no vayan a ofrecer un servicio mejor, es que sin duda lo van a ofrecer peor.

Termino ya: la privatización del Registro Civil es la enésima prueba de que estamos gobernados por malvados y por inútiles. Malvados porque han regalado un servicio público rentable y al que no afecta la crisis (no dejamos de nacer, casarnos, tener hijos o morirnos) a unos amiguetes que gestionaban otro que ahora está de capa caída, con el previsible resultado de un peor servicio. Inútiles porque ni siquiera han sabido hacerlo con tranquilidad y sin levantar protestas, sino que se han esperado al último minuto y no cuentan ni siquiera con la aquiescencia de los beneficiarios.

En definitiva, una nueva gallardonada.




(1) Leeréis en la prensa “a los registradores mercantiles”. En realidad ninguno de los dos términos (ni éste ni el que he usado en el cuerpo del artículo) es totalmente correcto, por la sencilla razón de que existe un único cuerpo de “registradores de la propiedad y mercantiles” que sirven ambos tipos de registro.

(2) Y sí: actualmente, como la ley no ha entrado en vigor, las anotaciones se siguen haciendo en libracos.



sábado, 5 de julio de 2014

Decretazo made in Spain

Hoy se ha publicado, como muchos sábados, un decreto-ley en el BOE. Si lo leéis veréis que son 172 páginas de letra regulando mil cosas, lo que se llama una “norma ómnibus”. Y si tenéis en Twitter a algún abogado o jurista un poco concienciado, sabréis que está que trina por todo el asunto. ¿Por qué? Bueno, voy a explicarlo.

El sistema constitucional occidental se asienta en la jerarquía de normas. Por encima del todo está la Constitución, aprobada por la ciudadanía en referéndum. En un segundo escalón la ley, aprobada por las Cortes, que son elegidas directamente por los ciudadanos. Y, en tercer lugar, el reglamento, aprobado por el Gobierno, que es elegido por las Cortes. Cada paso funciona un poco como concreción o desarrollo del anterior: la Constitución es muy general, la ley algo más concreta y los reglamentos tienen un nivel superior de detalle.

Sin embargo, nuestra Constitución establece una serie de excepciones en la "cadena de mando" que acabamos de describir. Una de estas excepciones es el decreto-ley: se trata de una norma que aprueba el Gobierno (no las Cortes) pero que tiene rango de ley, por lo cual puede modificar leyes previas en casi todos los ámbitos. Posteriormente la norma debe ser convalidada por las Cortes, pero antes de eso ya está en vigor y desplegando efectos. Se trata de una potestad importante, y por eso la Constitución pretende ponerle límites: el Gobierno sólo podrá aprobar decretos-ley cuando concurra una necesidad extraordinaria y urgente.

Los decretos-ley están pensados para ser respuestas rápidas a circunstancias que se salen de lo común y que necesitan una solución inmediata. Un ejemplo muy bueno es el que sucedió en el verano de 2005, cuando once bomberos murieron en un brutal incendio forestal en Guadalajara: en ese momento el Gobierno aprobó un decreto-ley que establecía ayudas para las víctimas y sus familias, medidas compensatorias de los daños materiales y mejoras en materia de prevención. Había una situación extraordinaria (un incendio descontrolado) y urgente (con personas que lo habían perdido todo) y era necesario responder.

Y entonces uno mira el decreto-ley que ha sido aprobado este sábado y no puede sino pensar que algo no cuadra. Uno de los contenidos más controvertidos es la concesión del Registro Civil a los registradores de la propiedad. Al margen de la valoración que merezca la medida, las DD.AA. 19ª y 20ª establecen que no entrará en vigor hasta el 15 de julio de 2015. ¿Dónde está la necesidad urgente?

[ADDENDA 10/07/2014, 1:40. La "necesidad urgente" está en que el Estado se ha pasado tres años sin decidir a quién entregarle el registro y le pillaba el toro porque la nueva Ley del Registro Civil estaba a punto de entrar en vigor. En definitiva, la "necesidad urgente" se deriva de una previa inacción de los poderes públicos.]

Pero el decreto-ley regula muchas más cosas. Por ejemplo, los artículos 16 a 55 establecen una completa regulación de los llamados aeropuertos de interés general, incluso con un régimen sancionador. Los artículos 57 a 86 regulan los hidrocarburos; los artículos 87 a 113 establecen un sistema de fomento del empleo juvenil; los artículos 116 a 119 modifican el régimen de las ETT; las DD.AA. 1ª a 8ª regulan una convocatoria de plazas a cuerpos militares, la DA 9ª matiza una norma previa sobre un evento que conmemora los 120 años de la primera exposición de Picasso, etc.

¿Algo de todo esto es tan urgente y extraordinario como para saltarse el proceso legislativo normal? ¿Tan pronto hay que tener regulados los aeropuertos de interés general o el sistema de fomento del empleo juvenil? ¿Qué horrible catástrofe se habría abatido sobre España en caso de que hoy no se hubiera aprobado esta norma?

Evidentemente, son preguntas retóricas. En España se abusa del decretazo: se ha abusado siempre, pero lo de este Gobierno roza el autoritarismo por el lado de dentro. Y es que gobernar por decreto tiene muchas ventajas: aunque tengas mayoría parlamentaria, aprobar una ley tiene un coste. Son necesarios informes previos que igual la critican duramente, hay que debatirla en las dos Cámaras, tarda meses, te enfrentas a manifestaciones, huelgas, protestas y presiones, queda mal pasar sistemáticamente el rodillo parlamentario… es mucho más cómodo sacarla de un día para otro. Luego, se presenta a las Cortes para la convalidación, pasas el rodillo parlamentario una vez y todo arreglado. Maravilloso.

¿Y el Tribunal Constitucional? Ni está ni se le espera. Recurrir una norma al Constitucional es complicado, y además éste se ha mostrado bastante laxo con respecto a esos criterios de extraordinaria y urgente necesidad. En todo caso, ese escollo también puede salvarse: es una práctica común empezar a tramitar como ley un decreto-ley ya en vigor y convalidado. Esto apenas genera debate, porque se trata de darle una nueva forma jurídica a algo que ya está produciendo efectos. Una vez tramitada esa ley, el decreto-ley previo se deroga, y a esperar la sentencia del Tribunal Constitucional. ¿Qué éste (dos, cinco o diez años después) anula el decreto-ley porque no concurría una necesidad extraordinaria y urgente? Pues da igual: está derogado y sus contenidos están en una norma distinta.

Hay unas cuantas parcelas que el decreto-ley no puede tocar, porque están reservadas a la ley orgánica. Fuera de ellas, hay algo cierto: el Gobierno puede legislar por decreto siempre que quiera y muy raro será que afronte consecuencias por excederse. Hacerlo o no depende sólo de su voluntad democrática.



jueves, 3 de julio de 2014

Día del Orgullo Hetero

¡Basta ya de tiranía del lobby rosa!

Todos los años, el 28 de junio, la calle se llena de invertidos y bolleras reivindicando unos estereotipos que nos dan asco y vergüenza ajena. Locazas, camioneras, osos y dracuins se dan cita en un espectáculo dantesco y reñido con el buen gusto, la decencia y la moral de este país. Un show grotesco, sin teología ni geometría, donde incluso se hacen gestos obscenos y salen personas que no parecen ni hombres ni mujeres. ¡Ni hombres ni mujeres! ¿Qué va a ser lo siguiente, perros y gatos cohabitando?

La corrección política nos impide reaccionar. Pero ha llegado el momento de romper nuestras cadenas mentales y manifestarnos. ¡Reivindiquemos lo nuestro! Reivindiquemos al gordo en el bar, al yuppie estresado y trepa, al párroco católico, al acosador del metro, al macho ibérico... en definitiva, a tantos y tantos iconos de la heterosexualidad rampante, de la normalidad y la decencia que hoy están en retroceso. A tantos y tantos hombres normales, como nosotros y nuestros cuñados. ¡Si los gays tienen el derecho de sacar a pasear sus asquerosas vergüenzas por las calles, nosotros también!

No debe entenderse esto como un acto de intolerancia. Los abajo firmantes queremos dejar claro, siempre desde el respeto, que toleramos y respetamos la homosexualidad, el lesbianismo y demás opciones sexuales, que son tan respetables y tolerables como cualquier otra cosa digna de respeto, aunque en muchos casos sean una fase o se sigan por moda. Algunos de nosotros incluso tenemos amigos gayses, y son tela de divertidos. Pero, ¿tienen que demostrar su sexualidad a cada momento? Nosotros la respetamos y la toleramos, como ya hemos dicho, pero siempre que se quede en privado. Sentido común, joder, que a nadie le importa lo que hagas en tu cama. Salvo si sois una pareja de lesbianas y os pido hacer un tr(*esta parte está emborronada*)

Además, al fin y al cabo, ¿qué necesidad hay de un Orgullo Gay? Ni que los gays estuvieran discriminados en la sociedad occidental. ¡Que lo celebren en Moristán si es que tienen huevos! Claro, para pasear su depravación delante de los niños blancos y morrearse en la calle sí tienen valor. Y todo eso para nada porque, como ha quedado sentado, no hay nada que reivindicar: todos aceptamos su existencia y ya ni siquiera existe la Ley de Vagos y Maleantes. ¿De qué se quejan? ¡Si hasta pueden casarse!

Por todo ello, los abajo firmantes, recogiendo el sentir popular expresado en las tabernas de toda España, hemos decidido convocar el Día del Orgullo Heterosexual. Hemos designado para tal fin el 12 de julio, Día de la Testosterona: ese día se hará una manifestación para exigir nuestra visibilidad en un mundo cada vez más rosa. Si los gays celebran en su día que algunos de ellos fueron amonestados por la Policía (algo harían), nosotros conmemoramos algo más importante: la victoria de España en el Mundial de Sudáfrica.

¡Venceremos!

Testosterona Power.